martes, 30 de octubre de 2012

La Pesanca y sus virtudes

Sinceramente, no tengo ni la menor idea de las especies de setas que fotografío, ni de sus características, demanera que no puedo ir selectivamente a algún sitio buscando una en particular. Así que mi solución ha sido ir al lugar que sé tiene montones y montones de setas. Y que además es un lugar que me parece de una enorme belleza (sobre todo en esta época). Y que además me permitía venir con bolsadas de castañas, pues está en estos días totalmente lleno. Y que además es de fácil acceso.
Y es que como si de una agencia de turismo se tratara, hablo con estos términos del Área Recreativa de La Pesanca, en el concejo de Piloña.
Para llegar allí hay que coger la carretera que lleva a al pueblo de Espinaredo, situada desviándose a la derecha según se sale de Infiesto (está señalizada). Una vez allí es seguir la carretera hasta el final, no tiene pérdida.
Muchos conoceréis el lugar, pues en la Kdd fotográfica que se realiza cada año, pasamos la mañana allí tras el amanecer en el Monte Cayón.
Y es que además de una enorme cantidad de setas en esta época, también tenemos el Río Infierno (sí, el nombre mola) que nos brinda grandes oportunidades fotográficas.

Pero bueno, hoy seguimos con mi "Fairy Cosmos", en unas tomas tomadas cuatro días después de las anteriores, pues tuve la suerte de poder volver allí a sacar más fotos. Como siempre, explico un poco el como se tomó cada una.

Estas setas estaban en el lateral del tronco de un árbol totalmente a la sombra, mientra que al fondo el sol se colaba por las hojas del bosque. Usé al flash de la cámara a baja potencia con un difusor para su luz, sin más. La toma está invertida (como una imagen en un espejo), pues me parece que tenía más fuerza compositivamente.

Tomada a ras de tierra. El fondo tan colorista, eran unas hojas rojas en el suelo,  a las que les estaba pegando el sol. Con un difusor para el sol que daba a las setas, más un poco de luz revotada con un reflector.

Otras en el lateral de un árbol. Estaban a la sombra con el fondo iluminado por el sol, así que simplemente les reboté algo de luz con un reflector.




Tomada directamente con luz natural, simplemente subexponiéndola para que la seta no quedara quemada. Está también invertida, ya que al irse la vista normalmente a la derecha, y ser la seta el elemento que más llamaba la atención de por sí, de la otra manera la mosca pasaba muy desapercibida, y de esta manera la toma queda más equilibrada.

Lo habitual, difusor para el sol sobre las setas y reflector para darle luz.

La seta y la araña estaban a la sombra, así que les reboté un poco de luz con un reflector para mostrarnos los detalles.

Tengo que admitir que la seta y la araña me dieron mucho juego y probé muchas cosas tanto con la luz como con la composición. Aquí intenté acercarme mucho más al contraluz, mostrando solo un poco del primer plano. Al acercarme más, el fondo parece más uniforme.

viernes, 26 de octubre de 2012

Fairy cosmos

Siguiendo los consejos de algún fotógrafo, además de las típicas fotos a lo que me gusta, sin demasiado criterio, estoy llevando a cabo una serie de fotos con un tema y características comunes, siguiendo un proyecto, de parecida manera a lo que ya hice con los "Macropaisajes". Así que comienzo mi "Fairy cosmos" (lo que vendría a ser el universo de las hadas), que de hecho no deja de ser una variación de la anterior serie, pero centrándome en las posibilidades que me dan los bosques otoñales.
Y es que, como he dicho, en esta ocasión me gustaría mostrar el lado diminuto de los bosques en esta estación tan especial. Y ya que no puedo evitar que con estos pequeños paisajes se me vengan a la cabeza cuentos de hadas, duendes y gnomos, pues he aprovechado esa inspiración y he intetando que las tomas tengan un cierto aspecto "mágico", propiciado por una parte por el bokeh y la luz, y por otra por las extrañas formas que nos ofrece ese pequeño mundo que normalmente no podemos apreciar. Aún así, como mis gustos son los que son, y he alcanzado un punto en que sé por donde me gusta tirar, se puede ver en la mayoría de las tomas muchos de los aspectos de los Macropaisajes, como el no acercarme demasiado al sujeto y dejar bastante "espacio vacío".
Así que aquí la primera muestra de lo que intento conseguir.

La toma está hecha desde bastante por debajo, con un difusor para el sol sobre el tronco donde estaba la seta y un reflector rebotando luz desde abajo. Debería haberme fijado en la rama de musgo que tapa parte de la seta.

Esta es la única toma de toda la serie que tiene flash. Es el propio de la cámara, con su luz a través de un difusor para hacerla menos dura.

Un contraluz, aunque mostrando un poco del detalle de las setas. El bokeh se forma con la luz del sol que se filtra entre las hojas de los árboles.

Por extraño que parezca está hecha tal como estaba, sin difusores ni reflectores siquiera. Está subexpuesta para que no se quemara, pero la luz que tiene es la del sol.

A esta le di un aspecto vintage con el Photoshop para reforzar un poco su aspecto de cuento.

Jugando con el enfoque/desenfoque. Con difusor para el sol y reflector.

Con esta intentaba darle un aspecto nocturno. Está hecha a la sombra, rebotándole con el reflector dorado la luz del sol. Para que no salga quemada, está muy subexpuesta, lo que hace que el fondo, que en realidad es el cielo y las hojas de los árboles, quede muy oscuro.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Por la Bretaña y Normandía - 3

Bueno, toca finalizar la serie de entradas sobre mi breve escarceo a tierras francesas.
El último día tocó madrugar, ya que viendo lo que nos había llevado el viaje de ida,  y que no teníamos muy claro como llegar hasta el ferry, preferimos realizar el trayecto de regreso hacia Saint-Nazaire con bastante margen de tiempo.
Como no todo iba a ser viaje, y había que ver alguna cosa en este último día, nuestra primera parada fue en Fougéres. Es un pueblo con un castillo fortificado impresionante, conservado en muy buenas condiciones. Como casi todo en Francia, muy bien cuidado. La entrada al castillo era de pago y nada barata, así que decidimos no entrar, ya que aún así puedes pasear por casi toda la parte amurallada, y ver perfectamente todo el lugar. Mención especial al jardín público, que tienen una vista impresionante del castillo y el barrio medieval.

La espectacular vista de Fougéres desde el jardín público.

Tras pasar un buen rato en este lugar, partimos ya rumbo a Saint-Nazaire, con la idea de parar si veíamos algún sitio interesante para ver (o comer), y una vez que llegáramos ver la ciudad hasta que se acercara la hora de coger el ferry y partir.
Lo cierto es que al ir por una carretera nacional al estilo de nuestras autopistas (dos carriles a cada lado y mediana) que no atraviesa ningún pueblo directamente, estábamos avanzando y avanzando sin encontrar ningún sitio para comer... y el hambre empezaba a aflorar. Así que viendo una señal, decidimos parar a hacer una visita a la gastronomía francesa... en un McDonald's. Ya de paso entramos en un centro comercial cercano y nos abastecimos con comida y bebida para lo que quedaba de día y el viaje.
Más adelante y de nuevo en la ruta hacia Saint-Nazaire, se dejó la nacional y avanzamos por una carretera que ya discurría entre pueblos, por lo que pudimos observar en Blain, un lugar fotografiable donde parar. Allí había unos bolos de hierba con el Chateau de la Groulais al fondo. Durante todo el viaje por Francia los bolos de hierba recién segada fueron algo constante, y siempre teníamos ganas de fotografiarlos, pero o bien los veíamos desde la carretera en lugares donde no podíamos parar, o el cielo o su situación no nos convencían. Con estos tuvimos mucha suerte, ya que se dieron todas las circunstancias, estando al lado de un aparcamiento, dándoles el sol, con un cielo precioso, y para colmo, con un chateau al fondo.
Además, junto al lugar había un paseo a la linde de un río, con bancos y sombra, por lo  que fue un estupendo lugar para descansar un poco.

Primer plano de un bolo.

El grupo de bolos, y al fondo el chateau y un tractor pasando.

El río con unas barcazas amarradas.

Tras el agradable impasse (que es una palabra que queda muy chula), rumbo a Saint-Nazaire, la ciudad desde donde salía el ferry.
Nos dirigimos al centro de la ciudad, para tomar algo, que hacia calor y la sed apretaba. Sobre Saint-Nazaire en sí, pues la verdad es que poco contar, es sin duda lo más feo que nos encontramos en Francia, y si llegamos a saberlo habríamos cambiado de planes y pasado ese tiempo en otra parte.
Puesto que poco había que hacer, y teníamos miedo a no encontrar con facilidad el lugar donde salía el ferry, salimos bastante pronto hacia el puerto. Lo cierto es que al final, no fue difícil y llegamos a la primera, por lo que nos sobró un montón de tiempo, y allí estuvimos esperando a embarcar.
El viaje fue sin problemas y llegamos a Gijón perfectamente.

Lo cierto es que el viaje por Francia en general ha sido de lo más satisfactorio. Ha habido momentos de mala suerte, como la visita a Etretát, pero en general el tiempo acompañó, y los lugares fueron aún más impresionantes de lo esperado (repito, Saint-Michel por mucho que se vea en fotos, en la realidad impresiona muchísimo).
Por supuesto, ahora con la experiencia, hay cosas que se habrían hecho distintas. Los cuatro días fueron escasos, sobre todo porque en el trayecto desde y al ferry se pierde mucho tiempo, y al final casi no aprovechas el primer día y el último. Un par de días más habrían sido ideales, para poder estar un día completo en Etrétat y visitar de verdad Caen, que ya tiene delito tener allí el hotel y no poder casi ni ver la ciudad. Además, en lugar de ir a un sólo hotel, no habría sido mala idea tener uno el primer día más cerca (Fougéres sería un buen sitio, a medio camino), para que todo se hiciera menos pesado.
Me gustaría volver en alguna ocasión, pero hay tantos sitios que visitar y tan poco dinero, que no tengo claro el poder cumplirlo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

4ª KDD fotográfica

Aparcamos la última parte del viaje a Francia para comentar lo sucedido este sábado, 1 de septiembre.
Se ha celebrado de nuevo la KDD Fotográfica con sede en Piloña. Es la cuarta vez (yo a la segunda no pude ir, el resto no me las he perdido), y ya lleva un par de ediciones siendo internacional, con gente de Portugal y Rumanía este año, a los que hay que añadir gente de distintos puntos de España.
El planning se mantiene más o menos constante desde la primera edición. Se va al Monte Cayón a sacar el amanecer (obviamente bien temprano), luego se recuperan fuerzas en el Bar Tenis de Infiesto (pinchos tamaño XL a 1€), a continuación se pasa el resto de mañana en el Área Recreativa de la Pesanca, se va a comer y antes de que entre la modorra vamos a la Sierra del Sueve a intentar fotografiar gamos y esperar al ocaso.
La jornada comenzó durante la noche, levantándonos (Yoly y yo) a las 5:20 de la madrugada, para ser recogidos por Jesús a las 6:00 (infinitas gracias para él). Se había quedado en Infiesto para subir todos juntos a las 7:00, sin esperar por nadie, y nosotros ya estábamos allí un cuarto de hora antes de esa hora. El día prometía, viéndose las estrellas y la luna azul (un suceso que pasa cada 3 años, y es que haya una segunda luna llena en el mismo mes).
Los últimos años en Cayón el amanecer fue decepcionante (uno por la niebla y otro por las nubes), pero en este, la visibilidad era claro. Había niebla en los valles, sin cubrirlos completamente, como en algunas ocasiones pudimos contemplar, pero siendo generosa en la zona donde salía el sol. Así que tocaba inmortalizar el momento.

 El cielo empezaba a coger tonalidades, con unas pequeñas nubes que ayudaban a ello.

El sol aparece tras las montañas, empezando a bañarlo todo con su luz.

La niebla crea un mar de fuego.

Los valles despiertan con los primeros rayos.

Una araña disfruta del desayuno bajo la cálida luz del amanecer.

Tras la sesión de fotos, toca ir a Infiesto a recuperar fuerzas. En nuestro caso era el segundo desayuno, pero eso no nos impidió tomarnos un pincho de pollo cada uno y uno de tortilla a medias.
Después de charlar un poco nos fuimos a la Pesanca aún temprano (es lo que tiene madrugar tanto, que aprovechas el día).
Esta vez,al contrario que otros años, Yoly y yo nos decidimos por ir a una cascada que ya conocíamos de otra ocasión, que estaba situada en la parte alta. Obviamente, cuando hay tanta gente, coincidimos unos cuantos en los sitios, y hay que ir haciendo turnos para las buenas posiciones.

 Se colaban entre las hojas unos rayos de sol que al final pudieron controlarse.

Los rayos esta vez están menos controlados.

Sacando provecho al filtro polarizador, reflejos fuera.

Detalle de una zona.

Otra araña zampando, que aproveche también.

En este lugar, todos vamos más por libre, siendo la hora de reunión la 13:00, donde ya todos nos disponemos a ir a comer.
El lugar de este año para el yantar, fue el del pasado, el Restaurante Benidorm en Villamayor, con un par de platos y postre por 12 €. Recuperamos fuerza, para, venciendo a la modorra, dirigirnos hacia la Sierra del Sueve.
La subida en coche es bastante puñetera, por un camino de tierra con gravilla bastante inclinado, por lo que en algunos lugares a los coches les costaba.
Una vez arriba nos dividimos en tres grupos, para no solo localizar a los gamos, sino también hacer una especie de maniobra envolvente y que si salían huyendo de un grupo fueran hacia otro. En el nuestro, el de más recorrido, el guía fue Pepe. Conseguimos ver gamos, aunque no muy cerca (los otros grupos tuvieron más suerte), pero yo tengo que admitir que disfruto como un enano trotando por el monte como una cabra, así que me lo pasé pipa.

La toma es un recorte considerable del original, tomada a 400mm, lo que demuestra lo lejos que estaban.

Después dela persecución, y con las piernas bastante machacadas, esperamos a la puesta de sol. El frío, consecuencia sobre todo el viento, comenzaba a hacer acto de parecencia, y ni los forros polares evitaban que estuviéramos cercanos a la congelación.
Pero los sacrificios tienen su recompensa y vimos el sol ocultarse entre las montañas.

El final del día.

Al bajar de la Sierra nos dirigimos al Monasterio de la Virgen de la Cueva, pero mientras tomábamos algo, el cura se fue, cerrando el acceso y quitando la iluminación, por lo que no la pudimos fotografiar.

Un gran día, que fue lo que fue, como siempre, gracias a las personas que lo organizan todo, con Jose y Alejandro a la cabeza.

lunes, 27 de agosto de 2012

Por la Bretaña y Normandía - 2

Seguimos con el resumen de mi viaje por tierras francesas.
El segundo día, el plan era ir por Bayeux a primera hora para luego ir hacia el emblemático Monte Saint-Michel. Sin embargo, al marchar de Caen, nos equivocamos de salida, y decidimos obviar Bayeux (que no era uno de los sitios que más nos interesaba) e ir directamente a Saint-Michel, que por ahí sí íbamos bien. La idea era llegar allí, ver si a esas horas se podían hacer algunas tomas, marchar a algún pueblo cercano, y volver de tarde para estar hasta la puesta de sol.
El viaje allí fue sencillo y esta vez sin pérdidas, cosa nada complicada pues hay claras indicaciones para llegar allí. Llegando temprano esperábamos no encontrar demasiada gente, pero nos coincidió en domingo y ya había una cantidad enorme de coches en los parkings.
El día, que amaneció nublado, pero parecía que estaba abriendo, había vuelto a encapotar, y en el camino desde el aparcamiento hasta el Monte tan pronto salía un poco de sol como caía alguna gotita, estando muy nublado casi siempre.
Tras dejar el coche avanzamos hacia allí.
Hay que decir, que por muchas fotos que hayas visto, nada puede igualar a contemplar este lugar. Espectacular es quedarse cortos. A mí me parece sacado de una novela de fantasía heroica. Y es que no en vano, es un monumento que atrae más visitantes incluso que la Torre Eiffel. No me explayo mucho más sobre el lugar, porque hay que vivirlo.

Un momento en que los rayos de sol pudieron bañar Saint-Michel.

Llegando al pie del monte, nos decidimos a rodearlo, pues la marea estaba baja y queríamos probar fotos desde el otro lado... y en ese momento comenzó a diluviarnos. Caían gotas como puños de grandes, así que decidimos dar la vuelta hacia el coche y aprovechar para comer (unos bocadillos, de manera bastante triste, cayendo algunas gotas sobre nosotros).
Contra todo pronóstico, el cielo empezó a aclarar y salir el sol. Era difícil saber si se mantendría, pues en los cambios que había habido durante el día de nublado a soleado, las nubes no habían llegado y marchado, sino que se formaban y desaparecían de la nada. Visto lo visto, pasamos de la idea de ir a otro sitio, y volvimos al Monte. Hay que decir, que el sistema de medir el tiempo del parking también ayudó, ya que era tan simple somo 3 € por menos de media hora y 7,50 € por más, con un máximo de 24 horas. Y no nos apetecía tener que pagar dos veces los 7,50 €.
Esta vez, nos dimos cuenta de que los autobuses que había dentro del complejo eran gratuitos y llegamos más rápido :-).
Como no sabíamos como se definiría la parte meteorológica, esta vez entramos en el Monte Saint-Michel en sí, antes de ir a intentar tomas. El interior, cuidado de manera asombrosa, está lleno de tiendas (de recuerdos y mucha espada, al estilo de Toledo) y restaurantes y cafeterías donde te cobran un ojo de la cara. Exceptuando la última parte superior, puede recorrerse todo de manera gratuita. Hay muchísima gente y con callejuelas muy estrechas, por lo que se hace algo agobiante, pero aún así es una experiencia que merece mucho lapena, y en plan friki, se podría decir que es como estar dentro de Minas Tirith.

En el interior de Saint-Michel.

Además, el tiempo había mejorado enormemente, dejando paso a un cielo azul con unas nubes preciosas, que si aguantaran hasta la puesta de sol podían darnos algo espectacular. El calor también aumentó, y había un bochorno de impresión, lo que nos hacía bastante ridículos cargando por unos paraguas que habíamos cogido del coche visto lo visto. Para rematar el interesante paseo, desde las murallas de Saint-Michel se nos habrían unas cuantas oportunidades de fotos.

 El islote de Tombelaine, con la marea baja, como la que teníamos en ese momento, se puede acceder a pie.

Una barca esperando a que la marea subiera para poder navegar de nuevo.

Visto que ahora el tiempo sí acompañaba, realizamos un nuevo intento de ir a la parte trasera de Saint-Michel. Aunque la marea estaba subiendo, aún teníamos espacio y tiempo de sobra para estar por allí sin que nos pillara. Es increíble la diferente percepción que se puede tener de un lugar dependiendo del clima. Lo que por la mañana con la lluvia nos pareció un lugar algo sucio y nada apetecible, por la tarde parecía casi idílico. Además, muy pocos de los turistas van a esta parte, por lo que la tranquilidad, las enormes dunas, el majestuoso monte y el agradable sol, se combinaron para crear unos momentos mágicos.

Una pobre medusa que se quedó atrapada por la marea baja sirvió para equilibrar la composición.
 
Desgraciadamente no tuvimos muchos de los reflejos que se pueden conseguir en el lugar, pues el momento es con la marea recién bajada, pero aún así aprovechamos lo que pudimos.

Tras la sesión de fotos, vuelta al parking para cenar (sí, más bocadillos) y descansar un poco. Hay que decir, que un dolor de cabeza que me había empezado en el interior del monte, probablemente por el calor, había crecido hasta convertirse en una muy molesta migraña, por lo que tuve que tumbarme en el coche y recuperarme lo mejor posible.
Cuando el sol ya empezaba a caer, nos dirigimos de nuevo a las proximidades del monte. Mi cabeza, y sobre todo mi estómago (quien no sufra de migrañas, posiblemente no sepa que cuando te dan fuerte, son capaces de revolverte del todo, dándote ganas de vomitar y de ir al váter), no estaban muy allá, y el pequeño trayecto en bus ya se convirtió en todo un ejercicio de control para no echar el bocadillo.
La marea ya había subido considerablemente, llegando a la zona de aparcamientos al lado de la isla (que cuando fuimos estaban de obras y no operativos) y rodeándola ya casi por completo, a excepción del paso que siempre queda.
Desgraciadamente, las nubes espectaculares de la tarde habían desaparecido, y con la marea alta no podíamos abrir un ángulo conde el sol se ocultara tras el monte.


Esta fue la única manera de incluir al sol en la toma.

El sol iba desapareciendo, y las luces del monte comenzaban a encenderse. Por experiencias pasadas, esperábamos que la gente empezara a desaparecer y solo quedáramos cuatro locos aficionados a la fotografía... craso error. Seguían llegando autobuses y autobuses con gente cuando ya era de noche. Especialmente notable, era la cantidad de japoneses que aparecieron a estas horas (muchos de los cuales parecían querer aparecer en nuestras fotos). Podían verse decenas de flashes de cámaras conpactas intentando "iluminar" Saint-Michel para sus tomas.
Afortunadamente, mi migraña había mejorado bastante, y tras unos momentos al principio donde agacharme a preparar la cámara me hacía tener ganas de vomitar, ahora estaba bastante controlada. Pude encontrar una especie de señal con una base de cemento de aproximadamente metro y medio de altura, donde me subí y al menos quité de plano a muchas de las siluetas que me estropeaban las tomas.

La toma desde la altura.

Lo cierto es que el Monte Saint-Michel iluminado de noche es tan sumamente espectacular, que cualquiera puede hacer un foto bonita de él. Podrá no ser la toma con mejor composición, técnica, etc... pero destila magia.

Ya regresando, aprovechamos para sacar unas tomas desde más lejos de la isla iluminada. A mí me recuerda bastante al logo de Disney.

Para acabar, el coche y vuelta al hotel.
La próxima será la última entrada de la serie, con la travesía de vuelta al ferry.

viernes, 24 de agosto de 2012

Por la Bretaña y Normandía - 1

Estos días atrás, me he ido de vacaciones a la zona de Normandía y la Bretaña francesa, aprovechando que desde mi ciudad, Gijón, sale un ferry que lleva hasta Saint-Nazaire. Las vacaciones eran tanto turísticas como fotográficas, así que comentaré un poco sobre las dos cosas.

Para empezar, el viaje en ferry. Dura 15 horas, saliendo por la noche y llegando por la mañana. Yo fui en camarote, que es bastante coqueto, con dos camas (que pueden ser 4, usando unas literas superiores), aunque hay la opción de ir en butaca. Al pasar gran parte del viaje dormido, es bastante llevadero, pese a ser largo, y el único problema puede ser el mareo. Yo que no lo sufrí (aunque eso sí, tomando una buena dosis de biodramina) lo llevé bastante bien, a quien lo sufrió, se le hizo bastante cuesta arriba. Me imagino que en butaca sí que se debe hacer eterno, o al menos lo sería para mí que soy incapaz de dormir sentado.
El lugar de llegada es Sant-Nazaire, que posiblemente es el pueblo/ciudad más feo de todos los que me encontré en Francia. Allí llegamos hacia las 12:00, perdiendo otra media hora o tres cuartos en poder bajar el coche (hay muchos y hay que seguir un orden). Tras una breve parada para comer unos bocadillos (y es que fuimos turismo del que nadie quiere, llevamos embutidos y laterío de casa y viviendo a base de bocatas), nos dirigimos a Caen, donde teníamos reservado el hotel. El viaje resulta más largo de lo esperado, con alguna equivocación de camino por el medio, y es que la ausencia de la tarifa de datos en el extranjero se nota, sin poder consultar rutas en los Google Maps. Además, estamos bajo una ola de calor, con entre 32 y 34 ºC por el camino, en un coche sin aire acondicionado, por lo que paramos unas cuantas veces a refrescarnos.
A la llegada a Caen, otro buen rato para encontrar el hotel. Nuestra sorpresa fue que aunque sabíamos que era aparta-hotel, nos encontramos con una residencia para alumnos universitarios, lo que nos dio mala espina... pero las apariencias engañan. Limpio, moderno, con una cocina bien equipada, baños grandes, con aparcamiento privado gratuito y si bien el lugar para dormir era un sofá cama, era mucho más cómodo que las camas de hoteles de unas cuantas estrellas donde he estado. Además a buen precio. Para quien le interese, el aparta-hotel se llama Sejours Et Affaires.
Tras el cansancio del viaje, descansamos un poco y cenamos, con la suerte de tener un Carrefour Express al lado del hotel para avastecernos de los productos básicos como bebida y pan, con unos precios similares a los españoles.
Ya anocheciendo tocaba dar una vuelta por Caen. Lo cierto es que es una ciudad preciosa, pero que con el retraso al llegar no pudimos visitar muy a fondo, y es que llevábamos un planing bastante ajustado y esa tarde era la que le tocaba a la visita, y al ser tan tarde y con cansancio no dio para mucho.



Abadía de las Damas, en Caen.

La mañana siguiente, tocó madrugar un poco para salir temprano. Lo planeado era mañana en la costa de Normandía con visita al Cementerio Americano, a algún pueblo y a Omaha Beach, luego parada en el hotel para comer, visita a Beuvron-en-Auge y rumbo a Étretat para la puesta de sol.
Comenzamos por el Cementerio Americano, al que llegamos fácilmente y en poco tiempo (está no muy lejos de Caen y bastante bien indicado).
Como todos los cementerios estadounidenses en territorio francés (tanto para la Primera Guerra Mundial, como para la Segunda), Francia garantizó a Estados Unidos una concesión de territorio a perpetuidad para que fuera ocupado por el cementerio, libre de toda tasa e impuesto. Este cementerio es administrado por el gobierno estadounidense y el Congreso otorga la financiación anual. La mayor parte de su personal, tanto civil como militar, se encuentra en Estados Unidos. La bandera estadounidense ondea en estos territorios de manera permanente. Así que como si de país cambiásemos, hay que pasar por detectores de metales y seguridad.
Si bien es cierto que nunca he casado con la enorme vena patriótica americana, es increíble el mimo y cuidado del lugar, así como el sobrecogimiento que produce el ver esa enorme cantidad de cruces sobre el césped, correspondientes a soldados que perdieron la vida durante el desembarco de Normandía (
unos 10.000). Aunque aquí sólo se vean cruces, hay alguna estrella de David para los soldados judíos. Puede que las razones de su participación en la guerra no sean tan ideales como nos intentan vender, pero lo que está claro es que fue su sangre (y la del resto de aliados) la que nos dio la libertad en Europa respecto a un régimen tan aterrador como era el nazismo.
Merece la pena, sin duda, ser visitado.

El lugar, en lo fotográfico, se puede decir que es el lugar perfecto para hacer prácticas sobre composición.


 Muchas lápidas tenían flores, o como esta, banderas, de los familiares de los soldados que aún visitan este lugar.

 En cada lápida, el nombre, donde sirvió, lugar de nacimiento y fecha de la muerte del soldado.

Al fondo se encontrabas las miles de cruces.

Afortunadamente fuimos pronto, porque el lugar se empezó a llenar de gente poco después.
Después visitamos Omaha Beach y algunos de los pueblos de la costa. Si bien tengo fotos en "plan turístico", esas las dejo para mi cuenta personal de Facebook y como recuerdo. Lo que sí voy a comentar, es que estos lugares, y en general toda Normandía, fueron casi destruidos por completo durante la guerra, pero que fueron reconstruidos exactamente igual que estaban, manteniéndose impolutos hasta ahora. Todo está perfecto, sus jardines, sus fachadas, la ausencia de basura... bien podíamos aprender en nuestro país. Es como estar paseando por otra época.

Tras la comida en el hotel de Caen, rumbo a Beuvron-en-Auge.
Si los pueblos de la costa de Normandía ya parecían de ensueño, este ya es de cuento de hadas, como visitar el hogar de Hansel y Gretel. Casas con entramados de madera que parecen tener siglos, pero que están conservadas como el primer día. Una delicia.


Un pueblo atrapado en el tiempo.

El siguiente destino era Étretat. El lugar es muy conocido por sus acantilados, incluyendo un arco natural muy famoso, que algunos llamaban "El ojo de aguja", y era uno de los lugares que teníamos claramente marcados desde el principio. La idea era realizar la puesta de sol, con fotos desde lo alto antes de que el sol desapareciera, aprovechando la luz dorada sobre los acantilados, y desde abajo un poco más adelante. El día estaba totalmente despejado, lo que parecía nos iba a deparar un ocaso bastante soso. Cual fue nuestra sorpresa al llegar y ver que una espesa niebla estaba avanzando sobre el lugar. Y es que poco puedo decir sobre este lugar, pues debido a la niebla casi no pude ver nada. Tomamos algunas tomas desde abajo, en los pocos momentos que la niebla dejaba entrever "El ojo de aguja" (y que la gente no se metía justo delante de la cámara), pero poco más.


Un verdín enormemente resbaladizo cubría todo el primer plano, con "El ojo de aguja" mostrándose un momento.


Con esto acaba esta entrada. La siguiente, que será el siguiente día del viaje, estará centrada en el Monte Saint-Michel.

lunes, 13 de agosto de 2012

De playas

Últimamente no saco mucho tiempo para el tema fotográfico, aunque esto está empezando a cambiar. Durante los últimos dos meses, prácticamente lo único que he fotografiado han sido algunas marinas en tres playas diferentes. La constante que me acompañó esos días, fue que ninguno de los cielos dio mucho juego.
La primera visita fue al Playón de Bayas, también conocida como El Sablón. Aunque el día estaba despejado al salir de casa, al acercarnos a la playa nos encontramos que cada vez se veía peor debido a una neblina que lo cubría casi todo. Las dos tomas que al final escogí de todas las realizadas aprovecharon un momento en que la bruma dejó paso al sol.

Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos. Revelada con Camera Raw levantando un poco las luces en la roca.

Esta es la unión de dos tomas, aprovechando una para sacar información de las rocas y la otra para el resto. Intentando captar los últimos rayos de sol en el hueco entre la roca de la izquierda.

La segunda playa fue El Aguilar, con un día que también acabó estando cubierto en casi su totalidad. Además, hubiero sido conveniente que la marea estuviera un pelín más baja para poder aprovechar los reflejos de El Caballar (la roca que sale en las fotos) en la arena mojada.

 Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos. El pato de plástico estaba ahí, yo solo lo aproveché para la toma.

Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos. Otra vez una diagonal entre el elemento del primer plano y El Caballar, aunque esta vez en horizontal.

Por último, fui a una playa que visitaba por primera vez, la de Portizuelo, en el concejo de Valdés. De nuevo un día no muy afortunado, con nubes en la línea de costa que no dejaron que el sol tiñera de color el paisaje. Además, comprobé que la marea en esta playa conviene que esté baja, para poder ir a una zona de la izquierda que estaba inundada. Cabe destacar que allí me encontré con Javier Alonso, uno de los miembros de North Photo Tours, y que fue de lo más amable, dándonos algún que otro consejo. Es curioso, pero es el segundo que me encuentro tras Joserra Irusta el año pasado en Barrika.

Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos. Otra vez una diagonal.

 Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos. A falta de rocas interesantes en el primer plano, intentando que el protagonismo se lo llevara la luz que bañaba la piedra húmeda.

Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos.Otra vez jugando con la luz.

Una sola toma en RAW con un filtro degradado inverso de tres pasos. Una exposición de 3 minutos antes de marchar. La luz al fondo es un faro, que a su paso por la roca, le acaba dando a esta una dominante cálida.